La del viernes 9 de junio fue una fiesta en toda la regla, y no solamente por la torta merengada que los participantes compartieron al final del encuentro. Algunos escépticos tenían sus reparos: ¿sería posible comprimir en tan sólo tres minutos cientos de páginas y horas y días y meses de dedicación o de paciente espera de resultados en un laboratorio? Y algo más: ¿se animarían los estudiantes de Facultad de Química, más entrenados en hacer mediciones que en exponer sus conocimientos al público, participar del desafío? Porque vaya que lo era. Vaya que la apuesta tenía esa impronta atractiva y temeraria del desafío.
Y entonces llegó el día. En una sala Píriz McCall casi al completo, treinta y tres estudiantes habían aceptado el reto y estarían participando, en apenas unos momentos, de la primera edición de “Mi tesis en 3 minutos”, una propuesta exitosa llevada adelante en distintas universidades del mundo, cuyo objetivo es alentar la divulgación de la ciencia desde los distintos centros de estudio.
Primera sorpresa: las cifras. Treinta y tres disertantes; veinte tesis de doctorado, ocho de maestría y cinco de licenciatura. Son números que hablan de una notable convocatoria, pero aún más que eso, de las ganas de mostrar el trabajo propio y someterlo al escrutinio público de un público, valga la redundancia, colmado de pares, pero también de amigos y familiares que alentaron a su favorito desde las gradas. Como esas niñas de pocos años que, ni bien finalizada la performance de su madre -una estudiante de doctorado del àrea de Fisicoquímica-, dejaron escapar la emoción con un alto y claro '¡mamá!' que resonó en toda la sala.
La ansiedad colmaba las gradas cuando Marcelo Queirolo, docente de la institución al frente del Programa Química de +, y promotor de “Mi tesis…” en Facultad, hizo la apertura oficial del encuentro. “Nos parece muy importante, tanto para los estudiantes como para el resto de la Facultad, practicar nuestras habilidades comunicacionales, cómo trasmitir a los pares y a los no pares (si bien en Facultad somos pares, no tenemos mucho conocimiento de lo que se hace en las otras áreas), nuestro trabajo: ése es el pretexto de este concurso”.
A partir de allí, Soledad Machado, integrante del equipo de Química de +, ofició como una entusiasta maestra de ceremonias presentando a cada uno de los participantes. Vale la mención para el trabajo de Machado, que destinó a cada valiente unos minutos previos de distensión refiriendo algunos datos divertidos que revelaron a la persona más allá del investigador. “La idea es divertirnos, saber qué hacen en el laboratorio de al lado”, comentó Soledad, al tiempo que se aprestaba a presentar al tribunal del concurso, integrado por los docentes Eduardo Dellacassa (representante del grupo de Promoción de Carreras Académicas), Ricardo Faccio (coordinador académico de Pedeciba), Marcelo Queirolo (creador y coordinador del Programa Química d+), y Ángeles Blanco (encargada del área de Comunicación de Facultad).
Cronómetro mediante, en pantalla gigante, cada participante hizo su exposición frente a un público que contó con la presencia de la decana de Facultad, Dra. María H. Torre, encargada de cerrar el encuentro y anunciar a los ganadores. Si los títulos de los trabajos podían representar un primer escollo (con referencias no siempre legibles incluso para colegas de otras áreas de la Facultad), el velo caía con frecuencia al presentar la información. La diversidad se impuso en el conjunto: desde trabajos vinculados a nanopartículas y energías renovables, al desarrollo de inhibidores enzimáticos o componentes antiparasitarios, pasando por un amplísimo espectro donde temas como el agua, la agricultura sostenible o enfermedades como el cáncer no estuvieron exentos de la nómina. El tiempo nunca fue tirano: salvo algún caso concreto, nadie se excedió del límite establecido, o reclamó prórroga alguna para redondear sus ideas. Hubo quienes, incluso, terminaron su exposición segundos antes del tiempo estipulado.
Y así, de un tema a otro en escasos minutos, el público siguió con atención ese zapping de conocimiento y entusiasmo que supo reconocer a sus vencedores. El primer premio, consistente en una laptop y 4 mil pesos uruguayos para insumos de trabajo, entre otros, correspondió a Eloísa Arrarte, con su tesis de maestría sobre "Estrategias para mantener la calidad de manzanas durante el almacenamiento poscosecha en frío". Carmina Reyes, con su tesis de doctorado 'Licuefacción de madera de Eucalyptus y pino por métodos hidrotérmicos', se quedó con el segundo premio, y Leticia Vidal, en tanto, con su tesis de doctorado sobre 'Caracterización de astringencia de vino Tannat', obtuvo el tercer premio. Ambos reconocimientos incluían una tablet y un libro de la colección Ciencia que ladra. Una mención especial obtuvo Adalgisa Martínez con su tesis de doctorado 'Levaduras oleaginosas antárticas como fuente de triglicéridos para la producción de biodiesel', recibiendo así, también, un libro de la referida colección, entre otros premios.
Tal como anunció Queirolo en la apertura, lograr un trofeo no era la meta de 'Mi tesis...', pero la tarde, sin embargo, estuvo llena de ganadores. En primer lugar, cada uno de los participantes que se animó al ejercicio nada fácil de traducir su trabajo y sintetizarlo en una fórmula atractiva y legible en escasos tres minutos. Lo fue también la organización, por gestar la idea y llevarla adelante con impecable desempeño. Y lo fue, finalmente, la institución, que pudo verse reflejada así, en uno de sus mejores y más alentadores espejos.